Washington, 22 ene (Prensa Latina) Uno de los varios eventos a los que asiste un presidente de Estados Unidos recién juramentado es el Servicio Nacional de Oración y hasta la Catedral Nacional de Washington fue Donald Trump.
Al parecer pasó un momento incómodo. Cuando los periodistas le preguntaron qué le pareció el sermón y si le resultó emocionante, respondió: «No demasiado emocionante, ¿verdad? No pensé que fuera un buen servicio, no».
La cuestión es que, en su sermón, la reverenda Mariann Edgar Budde se dirigió a Trump directamente desde el púlpito.
«En el nombre de nuestro Dios, te pido que tengas misericordia de las personas en nuestro país que ahora están asustadas. Hay niños homosexuales, lesbianas y transgénero en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas», expresó Budde.
La obispa remató cuando al referirse a los migrantes indocumentados subrayó «puede que no sean ciudadanos ni tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son delincuentes».
Más adelante acotó: «Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son miembros fieles de nuestras iglesias y mezquitas, sinagogas, gurdwara y templos».
«Le pido -añadió- que tenga misericordia, señor presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que se lleven a sus padres, y que ayude a quienes huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y bienvenida aquí».
Tras tomar posesión del cargo este 20 de enero, el republicano declaró emergencia nacional en la frontera sur y firmó una batería de órdenes ejecutivas destinadas a lo que calificó de «invasión sin precedentes» de indocumentados y otras medidas que podrían afectar derechos de los ciudadanos.
Reseñaron los medios de prensa que durante todo el servicio Trump, sentado en el primer banco, aguantó de manera estoica.